Con el inicio de los años de los grados intermedios, la escuela
gradualmente se convierte en el epicentro de la vida de un joven. Es donde perfecciona las destrezas que son tan esenciales para su desarrollo general y futuro éxito, como el lenguaje, la matemática, la ciencia y los estudios sociales, incluso si no aparecen en una boleta de calificaciones. Estos incluyen el pensamiento crítico, la resolución de problemas, el respeto a la autoridad (y, cuando sea apropiado, desafiarla), hacer preguntas, defender posturas y aprender a llevarse bien con sus compañeros.
Dentro del enfoque educativo centrado en el estudiante, se aborda el aprendizaje desde la realidad del alumno. En este sentido, es necesario apoyar las necesidades básicas de aprendizaje de nuestros adolescentes para que estos puedan aprender (McCombs y Whisler 1997, 7).
Para esto es necesario crear un ambiente donde los estudiantes vean cubiertas sus necesidades sociales, emocionales y físicas.
Estas podrían reducirse a 4 pilares básicos: relación, autonomía, competencia y diversión.
En nuestro colegio la buena docencia va de la mano de la empatía.
Cualquier docente en secundaria tiene la oportunidad de aprovechar estas necesidades en beneficio del aprendizaje.
Los jóvenes que egresan de Secundaria tienen capacidad de reflexión y análisis, ejercen sus derechos, producen e intercambian conocimientos, cuidan de la salud y del ambiente.